Mallo de Luna

Mallo de Luna
Las montañas y el pantano

miércoles, 25 de mayo de 2016

Me gustas mucho tu!

Me gustas mucho... turiruriruuuu
Me gustas mucho tú! Turiruriruuuu...
tarde o temprano seré tuya, mio tu seráaas

No lo puedo evitar. Escucho esta cancion de la Durcal, cierro los ojos y estoy alli, con las bambas, mi coleta con lacito a juego con el conjunto de turno que mi madre había elegido con cuidado ese dia, mis cien pesetas para comprarme el cacaolat en el bar de campaña improvisado, y un ansia viva por que llegara la sobremesa...

A los ojos de una niña de 5 años el lugar donde todo acontecía se revelaba inmenso. No alcanzo a recordar qué tipo de árbol estaba plantado, seguramente pino o chopo, pero en cualquier caso no se trataba de un bosque al libre albedrío. Los árboles habían sido plantados mucho tiempo atrás para repoblar el bosque, de manera ordenada y alineada y el efecto visual de profundidad propiciaba esa sensación de inmensidad.

Decenas de coches se arremolinaban alrededor del acceso al bosquecillo. Venian de todos los lugares de la geografía española, aunque la mayor parte eran de León. La diáspora del valle Luna se encarnaba en aquella celebración, que a pesar de lo triste del motivo de reunión (algo así como:" señores, somos lo que queda de un valle eliminado de la faz de la Tierra y fustigado por una autopista que fue pan para hoy y hambre para mañana), era una celebración llena de alegría, alboroto, y algún que otro perrito piloto, jejeje.. 



Si alguna vez estuviste en la fiesta del emigrante de Mirantes, sabrás de lo que te hablo. No podía haber comienzo de verano mejor. La idea era ir con la familia a pasar el día, encontrar un buen sitio donde extender la manta y buscar a los amigos para explorar aquello y hacer tiempo hasta que llegara la hora de la comida y se llevaran a cabo las actividades del programa de actos.

Mi abuela cocinaba para todos, y lo que mas triunfaba era la tortilla de patata, o el flan, todo ello de tamaño XXL. Las pechugas empanadas también estaban muy buenas! la verdad es que al principio comer en el suelo era un coñazo, pero luego supongo que uno se acostumbraba y era lo de menos. Tengo grabado en la memoria el dibujo del mantel, o de cómo mi abuela se aguaba el vino para que no le subiera tanto a la cabeza. Con la música de la verbena de fondo, se pasaba un buen rato sentados al pie de los árboles. A menudo nos visitaba alguna que otra avispa, y era lo único que rompía lo idilico de la situación.

En fin, acabado el ágape, había una cita pendiente en la barra del bar de campaña que mis tias organizaban todos los años en la fiesta. Lo mas sensato era buscar a un patrocinador para que sufragara los gastos del helado, así que sólo había que mirar con ojitos de niña buena al abuelo o algún familiar mayor y solucionado, jeje! con el polo en la mano, junto con mis primos y amigos, pasábamos la tarde de un lado al otro del bosquecillo, mirando como los mayores se disputaban el concurso del baile Chano (ahí mi abuelo lo daba todo, era muy bailarín), admirando el cordero que se sorteaba a última hora con el archiconocido método de la baraja española y la mano inocente (un año tuve yo el honor de serlo)...

Pero para qué nos vamos a engañar, todos los rapaces ardíamos en deseos de que anunciaran por megafonía el comienzo de la carrera de velocidad. Es curioso como todos los guajes confiabamos plenamente en nuestra forma física y pensábamos que lograríamos la victoria dándoles candela a nuestras bambas Victoria. En medio del bosquecillo, a lo largo de un espacio entre lineas de árboles, amigos y familiares nos jaleaban  y animaban. El frenesí se desataba cuando daban la salida y parecía que las piernas no se enteraban de la película. La realidad es que ganaban siempre los mas mayores, por aquello de la zancada mas larga... pero oye, siempre caía otro polo por aquello de reponer fuerzas.


Y es ahí, en ese preciso momento, cuando relamiendo el polo sabor a victoria agridulce, en la verbena tocaban la canción que tantos buenos recuerdos me trae...


Poco más recuerdo de aquellos días en que todavía la gente que vió el valle Luna libre de las aguas decidía reunirse una vez al año para estrechar lazos y compartir buenos momentos. Hoy en día ya no se celebra nada de eso. Es una espinita que tengo clavada, otra de las experiencias que viví y que mis hijas no verán jamás a menos que se retomen.

Si alguien con capacidad para cambiar eso me lee, por favor, hagan lo que esté en su mano para rescatar esta fiesta. Por que no hay muerte más definitiva que la de enterrar nuestra historia bajo capas de lodo de pantano, olvido y descuido.

Perdimos mucho bajo las aguas. No perdamos lo único que nos queda. La memoria.